Nació para jugar fútbol, su abuela Celia lo sabía, por eso fue su primera impulsora. Era muy chiquito para ponerlo en un terreno de juego, pero su abuelita nunca dudó de él. Comenzó a jugar de manera formal con Newell’s y su calidad se veía a kilómetros. Ser el más bajito de todos nunca fue un impedimento para convertirse en el más sobresaliente de los torneos en los que participaba.
Un problema de crecimiento no nos iba a privar de ver a uno de los futbolistas más grandes de la historia. Es más, ni la falta de visión de Newell’s Old Boys y River Plate lo harían. Lio sabía que el fútbol era su camino y el fútbol sabía que Messi tenía que ser suyo. La inesperada oportunidad del FC Barcelona tocó a su puerta cuando estaba por cumplir 13 años de edad y no la desaprovechó.
El camino no fue sencillo, llegar a un país con una cultura diferente y con la familia dividida resultó más complicado de lo imaginado. Afortunadamente, el destino estaba escrito y nada ni nadie impediría que Messi alcanzara el profesionalismo.
10 años han pasado desde que Messi pisó, por primera vez y de forma oficial, un terreno de juego con la camiseta del FC Barcelona. Una década le ha bastado el nacido en 1987 para alcanzar el olimpo del deporte. A algunos les cuesta asimilarlo e incluso buscan desprestigiarlo, pero otros tantos disfrutamos y atesoramos sus momentos de inspiración en el rectángulo verde.
Posee un talento natural, definirlo como futbolista es una tarea complicada de ejecutar. Messi hace posible, lo que para cualquiera resulta imposible. Messi hace que lo más difícil parezca elemental. La naturalidad y practicidad con la que juega hace pensar que cualquiera, con una talento considerable, horas de entrenamiento, trabajo y dedicación, podría estar a su nivel, pero no es así. Messi es Messi, y el resto, futbolistas.
Dichosos los que somos contemporáneos de este fenómeno del fútbol, pero más aún los que somos contemporáneos y le disfrutamos, porque, lamentablemente vivimos en una época en la que el fanatismo y enajenación ha sobrepasado la frontera de la cordura y el reconocimiento. Destruir es, y siempre será, más fácil que construir, y demeritar siempre será más sencillo que reconocer y admirar.
Gracias, Messi, por tanto fútbol.
Gracias, fútbol, por permitirnos ver a Messi.