Fue el destino. Lo que pintaba para ser una noche de sanciones agridulces terminó siendo uno de los mejores momentos en la carrera del español Iker Casillas Fernández.
Su inicios son muy conocidos. Debutó con el Real Madrid siendo muy joven y se hizo de la titularidad pronto. El tema es que no todo fue tan sencillo como se lee. En la temporada 2001/02 (su tercer curso con el primer equipo), cometió una serie de errores en la Liga que le costó la suplencia en la final de la UEFA Champions League.
Inició aquella noche en Glasgow desde el banquillo. Vio los goles de Raúl, Lucio y Zidane desde la distancia. La noche era para César Sánchez, pero el destino quiso otra cosa. El experimentado arquero se lesionó al minuto 67 y llegó el momento del nacido en Móstoles.
Iker jamás imaginó ese escenario, por lo que no había completado su ritual. A toda prisa, el chico de 20 años de edad completó algunos ejercicios de calentamiento, pidió unas tijeras y se cortó la mangas (siempre ha preferido jugar de esta manera).
Una vez listo, el nacido en 1981 saltó al campo, tocó el larguero y comenzó su show.
El Leverkusen empezó a bombardear el área blanca y Casillas se engrandeció. Hizo tres atajadas que, sin duda, fueron vitales para que el conjunto merengue pudiera levantar su novena Copa de Europa.
A pesar de que ya había ganado una Champions, Iker no pudo contener el llanto tras el silbatazo final. Sabía lo que representaba ese encuentro, sabía que fueron los 25 minutos de su consolidación europea…
15 de mayo del 2002. La noche en la que Iker Casillas se convirtió en SAN IKER.