Dicen los sabios dichos populares que nunca digas ‘nunca’ y que trates de que tus palabras sean lo más dulce posibles para cuanto te toque tragártelas. Bueno, el mediocampista español Cesc Fàbregas hizo todo lo contrario: aseguró que ‘nunca’ jugaría en otro equipo inglés que no fuera Arsenal, le juró amor eterno a la afición gunner y terminó fichando por un rival directo.
Aquel futbolista que dijo: ‘una vez que eres gunner, siempre serás guner’ y ‘nunca me pondría la camiseta del Chelsea’, se tuvo que tragar sus palabras y no fueron muy dulces que digamos. Cesc jugó su primer partido como blue y dio su primer asistencia, uno de esos pases que hace no mucho tiempo coreaban en el Emirates.
Estamos convencidos que en la actualidad el amor eterno en el fútbol es un mito. Un mito creado por jugadores que, aunque juegan hoy, pertenecen a otra época, jugadores que no caen el juego de un mundo globalizado, jugadores románticos que quieren tanto a una institución que por más ofertas que reciban jamás se marcharían.
Esta clase de amor y fidelidad no se compra en la tienda del esquina, no se renta y tampoco se gana besando el escudo de tu club en tu presentación o festejando un gol, con esta fidelidad se nace. Es un amor complicado de explicar, casi imposible de verbalizar.
Cambiar de club no tiene nada de malo, fichar a otro para mejorar tu situación económica, tampoco, ni siquiera ‘quedar mal’ con una afición tiene que ser impedimento en la toma de decisiones de los futbolistas
Lo único que no compartimos es la TRAICIÓN, y como dijimos arriba, no hablamos de la ‘traición’ a los aficionados por la que muchos abogan, hablamos de la TRAICIÓN A UNO MISMO, porque eso fue lo que hizo Cesc y han hecho muchos futbolistas, han traicionado sus creencias, sentimientos e ideologías, y eso, al menos para nosotros, vale más que cualquier otra cosa.