El pasado 1 de octubre, Real Madrid se enfrentó a Ludogorets en Sofía. El conjunto español terminó ganando el partido, pero el portugués Cristiano Ronaldo salió molestísimo porque en los minutos finales recibió una entrada que le pudo costar una lesión. «Parecía un partido de rugby», dijo CR7 en zona mixta.
Un jugador de rugby llamado Fermín De La Calle decidió escribirle una carta al portugués para explicarle las ‘pequeñas diferencias’ entre el fútbol y rugby.
La carta de un rugbier a CR7
Estimado Cristiano:
Te escribo esta carta en calidad de jugador de rugby. El pasado miércoles realizaste, a mi parecer, unas desafortunadas declaraciones al advertir tras la conclusión de un partido, «que en lugar de fútbol parecía rugby» porque un rival te dio una patada por detrás sin posibilidad de jugar al balón. Quería aclararte que en el rugby está terminantemente prohibido patear a un rival y que cualquier tipo de agresión está sancionada con la expulsión directa. También te diría que el jugador expulsado, además de ser sancionado por su club y por el comité reglamentario, pide disculpas en el vestuario a sus compañeros al finalizar el encuentro por dejarlos en inferioridad e hipotecar el trabajo de toda la semana. Para nosotros los partidos se juegan entre semana (en los entrenamientos) y el fin de semana se posan los ensayos.
El rugby es un deporte de contacto, duro y agresivo, pero nunca violento. En el rugby existen unos códigos de conducta honorable que todos respetamos escrupulosamente, por lo que nunca verás a un jugador de rugby simular una falta o una agresión. Se suele decir que la única mentira que está permitida a un jugador de rugby es la que se dice al médico para seguir en el campo. Este fin de semana un jugador recibió un golpe en la cara, le partieron el pómulo y siguió jugando durante una hora para que su equipo no quedase en inferioridad.
Habrás visto que nuestras camisetas llevan dorsales, que indican la posición en el campo, pero no el nombre, porque no es importante quien vista esa camiseta. Lo importante es que quien la vista «haga su trabajo, sólo su trabajo, pero todo su trabajo». Por eso cuando anotamos un ensayo nadie lo celebra señalando su nombre, lo festejamos con los compañeros, los culpables de que el balón nos llegue siempre en las mejores condiciones. Por eso no entregamos Balones de Oro ni tenemos pichichis. Además nos dirigimos al árbitro llamándole «señor», sólo hablan con él los capitanes y nunca le culpamos de la derrota porque somos conscientes de que nos equivocamos más veces que ellos.
Te diré que en el rugby impera la continuidad, que la filosofía de juego incide en que la pelota siempre esté viva. Por eso cuando ves un placaje, el placador suelta al placado al caer y el placado deja la pelota en el suelo para liberarla. En el rugby la pelota siempre tiene que estar en juego para que al final del partido se cumpla el primer mandamiento de nuestro deporte: siempre gana el mejor. Se persigue severamente el anti-juego y se castiga con ejemplaridad, por lo que nunca verás jugadores de rugby perdiendo tiempo o simulando lesiones. De hecho, existe la figura del cambio de sangre, porque el lesionado, una vez atendido, vuelve al campo por muy aparatosa que sea la herida, para seguir ayudando a sus compañeros.
En el rugby el rival es adversario en el campo y compañero fuera de él. Nunca enemigo porque tenemos en común una pasión y un código de conducta que respetamos más allá del campo. De ahí que en el rugby hagamos pasillo al rival, ganemos o perdamos, y compartamos unas cervezas en el tercer tiempo después de dejarnos la piel en el campo. Por todo esto, Cristiano creo que tu declaración fue desafortunada, entiendo que por desconocimiento de nuestro deporte. Desde aquí te invito a acudir a un partido de rugby dónde y cuándo quieras. Serás siempre bienvenido, tú y cualquiera. Y, por supuesto, estás invitado a disfrutar con nosotros de unas cervezas en el tercer tiempo. Sin más, salud y rugby.