Chicos de uno de los barrios más marginados y humildes de Argentina. Crecieron y compartieron muchísimos momentos porque pasaban el día entero juntos. Jugar a la pelota era lo más importante para los dos pero, por la situación económica en sus casas, tenían que pensar en cosas atípicas para un niño.
¿Sus nombres? Darío y Carlitos. Uno era el ’10’ y el otro el ‘9’. El duo dinámita, juntos hacían desastres fuera y dentro del terreno de juego. Los dos comenzaron su camino por el mundo del fútbol en el mismo club: All Boys. Los mejores del equipo con diferencia. Se entendían en la cancha tanto como lo hacían fuera de la misma.
Formaron parte de la histórica generación 84 de All Boys. Carlos y Darío se peleaban por ser el campeon goleador de los torneos, y casi siempre ganaba Darío. Carlitos no se cansaba de putear a sus compañeros porque ellos preferían darle el balón a Darío cuando los dos estaban solos. «Se la dan al que más sabe», le decía Darío a Carlos.
Su talento era tan notorio que se fueron a probar a las inferiores de un equipo más importante de Primera División: Vélez Sarsfield. Los dos hicieron pruebas, pero solamente Darío se quedó, Carlitos tendría que seguir jugando en All Boys. Darío, El Gaucho Cabañas, como le conocían por su parecido con Roberto Cabañas, se inició en Vélez.
Las tentaciones y malas personas comenzaron a fracturar la relación. El barrio, donde la muerte y drogan eran cotidianos, sería el peor consejero de Darío, quien a la par de ingresar a las inferiores de Vélez comenzó a juntarse con la banda del zona: Los Backstreet.
Los problemas familiares y económicos se hicieron más graves y Darío se refugió en la droga y delincuencia. El chico comenzó a faltar a los entrenamientos y, aunque la gente de Vélez lo aguantó porque era un gran talento, lo cortaron del club argentino cuando cumplió 15 años de edad.
Paralelamente a esto, Carlos seguía trabajando para cumplir su sueño: ser futbolista profesional. Tuvo las mismas tentaciones que su amigo, pero decidió no tomar esa camino. Era lo más fácil, pero el pibe quiso trabajar y seguir haciendo las cosas como le enseñó su familia. La selecciones juveniles comenzaban a tocar su puerta.
«¿Cómo es posible que este pelotudo esté en las selección si yo era más bueno que él? No tienen idea de cómo jugaba yo de ’10’, era más bueno que este gil y yo estoy acá sin nada», contaba El Gaucho a gente de Fuerte Apache.
Con el fútbol fuera de su vida, el chico comenzó a hacerse uno de los adolescentes más problemáticos de la zona. Sus actos delictivos cada vez lo metían en más problemas. Entraba en tiroteos, robaba a la gente y era parte de actos vandálicos.
Con apenas 17 años de edad intentó robar un bingo y la policía inició una persecución. Sus antecedentes le hicieron pensar que cuando lo atraparan no solamente iba a ser detenido, ya que había matado a un policía en un tiroteo previo.
Escapaba, pero lo lograron rodear. Cuando intentaba saltar una pared, se dio la vuelta y ya estaba rodeado. Pensó que lo iban a matar, así que sacó el arma que llevaba y se pegó un tiro en la sien. Darío, el chico que pintaba para crack, se había suicidado.
Carlos, su gran amigo, cayó destrozado, pero se prometió seguir jugando a la pelota por los viejos tiempos. Su evolución había sido tanta que ya participaba con la Selección de Argentina U17. Quienes veían jugar a la U17 en aquel tiempo cuentan que Carlos celebraba sus goles con las manos apuntando al cielo en dedicatoria a su gran amigo.
Años más tarde, el pibe que decidió irse por el buen camino alcanzó el profesionalismo, se hizo ídolo en Boca Juniors, la rompió con Corinthians, llegó a Europa, jugó en los clubes de la ciudad de Manchester, se convirtió en referente de la Juventus y se hizo seleccionado absoluto de la Argentina.
«No es que no tuvo la suerte de elegir. Es uno el que decide qué hacer. Él tenía todas las condiciones para llegar a ser un grande en el fútbol también, pero tomó otro camino: la delincuencia, la droga, y eso lo llevó a que hoy no esté. Yo creo que cada uno elige el camino que quiere hacer. Y él, no es por suerte o no suerte… él eligió el camino más fácil. Es, o fue, mi mejor amigo. Vivíamos las 24 horas del día juntos, aunque después nos hemos separado por el tema de los clubes y esas cosas. Pero siempre estábamos juntos, todo el día. No lo olvido».
La historia de Darío Coronel, el joven que desperdició su talento para jugar al fútbol por el camino de la perdición…