El 4 de julio 2011 un chico de nombre Pablo López fue testigo como recogepelotas de la victoria de 2-1 que México consiguió ante Francia en los cuartos de final del Mundial U17. Tenía 13 años, jugaba en las fuerzas básicas de Pachuca y tuvo la oportunidad de ver de cerca los goles conseguidos por Kevin Escamilla y Carlitos Fierro.
Estar dentro del campo representando a México en una Copa del Mundo era algo que veía lejano, pero, desde que corría por los balones que mandaban fuera de la cancha jugadores como Espericueta, Bueno, Briseño y compañía, ya lo soñaba.
«Al ser parte de las fuerzas básicas del Pachuca, me tocó ser recogepelotas en en los dos partidos, contra Panamá en octavos y Francia en cuartos, que México jugó en el Estadio Hidalgo. Tenía 13 años, sabía que quería ser futbolista y llegar a la selección«, reconoció Lopez, en entrevista con los medios oficiales de la FIFA.
Han pasado más de cuatro años desde que Pablo estaba atrás de las porterías del Estadio Hidalgo viendo a los protagonistas como un aficionado más y, con mucho trabajo, ahora está del otro lado. Se convirtió en un referente del combinado azteca U17 y está por disputar, ante Ecuador, un partido de cuartos de final en Chile 2015. Sí, tendrá la oportunidad de vivir dentro del campo lo que hace cuatro años le tocó ver como recogepelotas…
López, anotador de dos de los ochos goles que ha conseguido México en la presente edición del Mundial U17, está viviendo su primer GRAN SUEÑO como futbolista.