Después de ver el Mundial de 1982 nunca se planteó ser defensor. Y es que, viendo las brutales actuaciones de Paolo Rossi y Marco Tardelli en aquella Copa del Mundo, no había niño italiano que pensara en irse a la última línea en un campo de fútbol.
Inicio siendo mediocampista, como Tardelli. Pero su posición fue cambiada por los directores de las categorías inferiores del Napoli. Lo veían más con condiciones para ser defensor y, sin dar muchas explicaciones, le pidieron que se retrasará en el campo.
No lo entendió en un principio, pero el cambio de posición le terminó por encantar.
Y eso fue posible gracias a dos cosas. Dos cosas que explicó en su carta para ThePlayersTribune...
FABIO CANNAVARO Y LAS DOS COSAS A LAS QUE LES DEBE SU CARRERA COMO DEFENSOR
Cuando la gente piensa sobre el fútbol italiano en estos días, piensan en defensiva. Quizá haya niños que sueñen ser Girogio Chiellini o Leonardo Bonucci.
Pero déjenme decirles algo…
Yo no inicié queriendo ser defensor.
¿Quién querría estar en la última línea después de haber visto al delantero Paolo Rossi marcar 6 goles en el Mundial de 1982? Aún puedo recordar al mediocampista Marco Tardelli disparando a gol en el centro del área en la final del Mundial. Recuerdo su celebración, su mirada después de marcar, la manera en la que corrió, gritando.
Como muchos otros chicos en Italia, estaba sentando frente a nuestro TV — tenía 9 años de edad — cuando el silbatazo final se escuchó, cuando Italia se convirtió en campeón del mundo y Nando Martellini gritó en la transmisión.
“Campioni del mondo! Campioni del mondo! Campioni del mondo!”
No creo que, después de eso, haya un niño en Italia que no haya pateado la pelota contra una pared y haya escuchado la voz de Martellini.
Cuando llegué a Napoli, era recogebalones, lo que significa que veía las prácticas de las leyendas. Después, una vez que me incorpore al equipo juvenil, siendo un adolescente, era un mediocampista, como Tardelli.
Fui mediocampista hasta el día en el que uno de los directores de la academia juvenil vino y me dijo que iba a cambiar de posición.
«Fabio, te prefiero como defensor», él dijo.
Y así fue. Sin explicaciones, sin razones. Era más bajo que la mayoría de los otros chicos en el campo, así que no lucía como defensor y, ciertamente, no como un central. Pero, a partir de ese momento, esa era mi posición. Afortunadamente para mí, me encantó jugar como defensor. Y era muy bueno haciéndolo, también.
Mirando hacia atrás, le debo mi carrera a dos cosas.
La primera: aprendí viendo a los mejores. Cuando llegué a Napoli, jugué al lado de Ciro Ferrara, quien jugó más de 500 partidos para Napoli/Juventus y es uno de los defensores más grandes en toda la historia del fútbol italiano. Él te diría donde necesitabas estar, qué necesitabas hacer y si tenías alguna chance ante tu oponente.
Conocí a Ferrara en 1987, durante mis días como recogebalones en Napoli, cuando el equipo ganó su primer título de Serie A y estaba en el campo con ellos.
Fue una temporada mágica. Aprendí mucho de todos los jugadores, pero uno en particular.
El genio.
Diego Maradona.
Cada día, veía a la leyenda. Y cuando me llamaron para entrenar con el primer equipo, dije: ‘finalmente voy a entrenar con Maradona’.
Ferrera solamente me miró con una sonrisa en el rostro.
«No, no sólo vas y entrenas con Maradona», dijo. «Tú no sólo vas y le haces una entrada a Maradona. El balón nunca se va de su pie».
Después me lanzó el balón.
«Ten, porque nunca le vas a sacar el balón a Maradona», me dijo, sonriendo. «Sin embargo, puedes tomar un balón de mí».
Eventualmente, tuve la oportunidad de entrenar contra Ferrera y el resto de jugadores del primer equipo, incluido Maradona, mi ídolo. Un día, Maradona comenzó a venir hacia mi, el balón tocaba los dedos de sus pies en cada regate. Sin pensarlo, hice un movimiento por el balón.
Le hice una buena entrada a Maradona. El genio! La leyenda!
De repente, sentí los ojos de todos los compañeros en mí. Después, escuché la voz de Ferrera en mi cabeza.
La única persona que estaba sonriendo era Maradona. Al final del entrenamiento, caminó hacia mí y me regaló sus botines. Tenía posters de Maradona en las paredes de mi cuarto. Ahora, en mis manos, estaba sus botines embarrados por el trabajo del día.
Y esa fue la segunda cosa que aprendí: para convertirte en un gran defensor, tienes que jugar contra los más grandes del mundo.
¿El único ingrediente que necesitas? No es altura, velocidad o habilidad con el balón.
Debes tener confianza.
No estoy seguro cuando obtuve la sensación de confianza, pero, indudablemente, fue el día en el que le hice la entrada a Maradona. Y traté de construir mi carrera con esa confianza. En Napoli, en Parma, en Inter, en Juventus.
Honestamente, no fue hasta el 9 de julio del 2006, cuando me sentí realmente seguro/confiado como defensor… cuando levanté la Copa del mundo y los reporteros nos gritaron: “Campioni del mondo! Campioni del mondo! Campioni del mondo! Campioni del mondo!”.