Nacido en Dortmund y aficionado del Borussia Dortmund de toda la vida. Ingresó a las categorías inferiores del club de sus amores en 1996, cuando apenas tenía 7 años de edad. Rápidamente mostró que era un chico con talento para jugar fútbol, pero la realidad es que no resaltaba mucho del resto de los pequeños que soñaban con alcanzar el profesionalismo.
No se perdía ni un partido del Borussia Dortmund. El club vivió un momento mágico a final de la década de los 90’s tras llevarse la Bundesliga en 1996 y la UEFA Champions League en 1997. Tras estos títulos, BVB pasó momentos complicados, pero las alegrías regresaron de la mano de un mago checo llamado Tomas Rosicky.
Regate descomunal, sobresaliente capacidad para asociarse, cambio de ritmo trepidante, golpeo de balón maestro y un timing tremendo. Tomas se convirtió rápidamente en un ídolo para todos los aficionados del Borussia Dortmund y el chico del que les hablábamos no sería la excepción. Lo idolatraba como nadie, según su entorno pasaba tardes enteras tratando de imitar sus jugadas.
Año más tarde, el niño que imitaba las jugadas de Rosicky alcanzaría el profesionalismo. Tuvo que salir del club de sus amores en búsqueda de oportunidades, pasó por la tercera división de Alemania, la rompió en sus primeros años en Primera y regresó a donde comenzó todo. Sí, hablamos de Marco Reus. El futbolista que hoy es el máximo referente del Borussia Dortmund.
«Rosicky era mi ídolo. Era fenomenal. Tenía una gran visión para abrir el juego, sabía donde estaban todos sus compañeros y era muy rápido. Además tenía una técnica grandiosa y era muy inteligente a pesar de que en Dortmund aún era muy joven. En su carrera tuvo mala suerte con las lesiones, sino habría sido uno de los mejores del mundo».
La inspiración de nada sirve si no hay transpiración. Rosicky lo inspiró y él se dedicó a trabajar para llegar al lugar en el que está. Los ídolos tienen que motivar, no idiotizar.