Nació el 22 de septiembre de 1978 en Río de Janeiro. Sus padres lo registraron como Ronaldo Nazário da Lima. Familia humilde, no faltaban cosas, pero nunca hubo lujos. Su madre trabajaba 14 horas diarías en una pizzería/supermercado para poder mantener a sus hijos. Su padre no tenía trabajo fijo, por lo que los problemas en el hogar eran una constante.
Ronaldo se aislaba de cualquier situación ajena a un niño con pelotita que él mismo fabricaba con calcetines. Según una de sus tías, el pequeño se iba a la escuela pateando esa pelotas día tras día. «Todos los días lo veíamos dando patadas a una ‘pelota’ hecha con calcetines camino a la escuela. Todavía no sabía lo que era un balón de cuero», relata su tía Wanda.
La escuela no era lo suyo. Si todos los días asistía con entusiasmo era por dos cosas: ver a sus amigos y jugar fútbol. Apenas conocía lo que era una pelota de cuero, pero tenía claro que se quería dedicar al fútbol. Su madre, en más de una ocasión, le dijo que cambiará la pelota por libros; sus tías lo veían con ternura cuando les platicaba sus sueños; y su padre se dio cuenta que Ronaldo era distinto cuando éste apenas tenía 3 añitos.
«Aposté por mi hijo desde la primera vez que le vi con un balón en los pies. Créanme lo que le digo: yo sabía que era especial desde el balón de calcetines. Jamás olvidaré que cuando tenía 3 años, dormía entre su madre y yo en nuestra casa de 2 habitaciones y ya entonces… ¡pegaba unos disparos impresionantes! Yo era su blanco y no fallaba, que se lo pregunten a mis costillas…ya soñaba con convertirse en un gran futbolista. Cuando aún no tenía 10 años, me acompañaba a los partidos, pero en lugar de verlos, se ponía a jugar alrededor de la cancha con su primer balón de cuero que le regalé al cumplir 9 años. Sabía que llegaría lejos”, cuenta Nelio, su padre.
En la escuela, los trabajadores tenía un gran concepto de Ronaldo. Un chico ejemplar, con condiciones atléticas impresionantes, pero sin muchas ganas de adentrarse en el mundo escolar.
«Por más que quisieran obligarle a estudiar, su devoción por el fútbol le hacía pasar más tiempo fuera del aula que dentro. En los recreos todo el colegio se paralizaba para verle jugar. Qué chico tan correcto, afable y educado», asegura el ex conserje de su escuela.
Su primer equipo formal llegó en 1990 con casi 14 años de edad. Sus cualidades tenían impresionados a todos. Sus registros goleadores, monstruosos. En la categoría infantil marcó 166 goles y en la juvenil 85 anotaciones.
Sus escandalosas actuaciones le llevaron a la Selección de Brasil U17. Sus performances en competiciones internacionales llamaron la atención de los grandes de Brasil. Cruzeiro lo incorporaría a sus categorías inferiores, donde brilló desde que llegó. Debutó profesionalmente en 1993, con 17 años de edad, el resto es historia…
Él es Ronaldo Nazário, el chico que nació para jugar fútbol…