Celia fue su primera impulsora. En casa sabían que le gustaba jugar a la pelota, pero nadie confiaba tanto como su abuelita Celia. Lionel apenas tenía 4 años de edad, cuando la señora Cuccittini le dijo al entrenador de Grandoli, un equipo infantil, que metiera a la cancha al pequeño Messi.
Al equipo le faltaba un jugador y la abuelita insistía en que su nieto podía romperla. El DT se negaba porque era muy pequeño y podía ser lastimado, pero la señora no se dio por vencida. Al final, Lionel ingresó y sorprendió a todos. Su primer entrenador, Salvador Aparicio, relata que, en cuanto recibió el balón, gambeteó a todo el equipo rival.
La historia la han contado mucho los familiares del cinco veces Balón de Oro, pero, después de buscar varios minutos, dimos con la versión oficial de Messi, quien, junto a su abuela y el entrenador, fueron lo únicos que supieron que pasó exactamente.
Messi: «Tenía 4 años y jugaba Grandoli, la categoría año 1986 -un año mayor que yo-, y les faltaba un jugador. Mi abuela le decía al entrenador ‘pónelo'».
Reportero: «¿Eras chiquitito?»
Messi: «Sí, una porquería».
Reportero: (risas).
Messi: «Mi abuela le decía ‘pónelo’. Y le decían ‘no, no, está muy chiquitito’. ‘Pónelo, que te va a salvar el partido’, le decía. Empezaron a discutir. Cambiaron un par de palabras y me puso. Hice dos goles ese partido».
Messi no se olvida de lo mucho que lo ayudó su abuelita. Todos sus goles y éxitos van dedicados a ella. Cada que mira al cielo y apunta con sus dedos es pensando en la señora Celia: «Pienso mucho en ella, me hubiera gustado tantísimo que estuviera esta noche en la grada, viéndome, disfrutando. Ella nos daba todos los caprichos, los primos nos peleábamos por dormir en su casa, nos mimaba a todos. No te puedo decir algo especial, era todo de ella, su carácter, cómo nos trataba, cómo nos quería. Hacía de todo porque tuviéramos lo mejor, porque no nos faltase de nada. Le dedico mis goles y mis triunfos, querría que estuviera aquí pero se fue antes de verme triunfar. Eso es lo que más rabia me da, que me vio tantas veces siendo un niño sorteando una silla, sorteándola a ella, y nunca me vio triunfar. La habría llevado a Barcelona…».