Nacido en 1981 en Suecia, sus padres inmigrantes balcánicos de la antigua Yugoslavia. Creció en Rosengard, barrio de la ciudad de Malmo que estaba habitada por familias inmigrantes. Vivió con su papá luego de la separación de sus padres. Amigos y deportes eran sus principales distractores.
Delgado, tez pálida y, aunque no lo crean, bajito. Zlatan Ibrahimovic hacía dos cosas invariablemente: jugar fútbol y practicar taekwondo. Fue en el deporte que tiene como principal objetivo la defensa personal en el que destacó más cuando era niño. Sus amigos de la infancia relatan que Zlatan disfrutaba mucho patear.
En la escuela de taekwondo en donde entrenaba tenían un gran concepto de él. El director de dicha institución confesó en entrevista para el programa Fiebre Maldini que si Zlatan hubiera elegido al taekwondo en lugar del fútbol probablemente hubiera llegado lejos, ya que tiene algo que no muchas personas tienen en el mundo: DETERMINACIÓN.
«Si se hubiera dedicado al taekwondo en vez del fútbol, quizá hubiera llegado lejos, porque el tiene una cosa que es muy importante: determinación. Haga lo que haga, siempre tiene determinación. Me dijo: ‘Me voy a dedicar al fútbol y voy a ser el mejor del mundo y lo cumplió’, compartió Leif Almo, director de la escuela de taekwondo en Rosengard.
Ibrahimovic dejó el arte marcial para dedicarse completamente al fútbol. Su talento y determinación lo llevaron a convertirse en uno de los mejores jugadores del planeta y en el mejor futbolista sueco de la historia.
Fútbol + taekwondo = Golazos a lo Ibrahimovic.