«No jugaba con carros o juguetes, él siempre estaba con un balón, siempre. Cuando llegaba a casa lo castigaba. Se iba a su habitación y se escapaba por la ventana para irse a jugar fútbol. Lo reprendía, lloraba y lo volvía a hacer. No pensaba en otra cosa que no fuera fútbol», relata Dolores Aveiro, su madre.
Todos sus vecinos y amigos recuerdan a Cristiano con un balón en los pies. Su hermanas aseguran que se metía en problemas con los vecinos por hacer ruido con el balón. Además, solía escaparse de la escuela para jugar fútbol en la calle. No era un niño problemática en los salones, pero quería cumplir con sus labores rápido para salir lo más pronto posible.
Cristiano era conocido en el barrio como el ‘chico del balón’, porque siempre que estaba con uno o veía uno cerca quería jugar. «En cuanto veía a chicos de su edad jugando, siempre se iba con ellos. No le importaba no conocerlos. A veces, su padre le hablaba para comer y él decía que no, se quería quedar jugando. Ir a la escuela era un problema y meterse a casa para dormir no le fascinaba».
Su camino por el fútbol de manera ‘formal’ comenzó a los 6 años de edad y, aunque el talento siempre estuvo, le costó muchísimo manejar sus emociones y controlar sus actitudes en el terreno de juego. Si perdía se ponía de mal humor y no conversaba con nadie; si no le pasaban el balón en un partido, cuando lo tomaba no quería acompañarse con ningún compañero.
En el equipo -Andorinha- tenían claro que si quería hacer algo importante en el fútbol tenía que cambiar esa clase de gestos. «Él llevaba la pelota, la pasaba y, si su compañero la perdía, se echaba a llorar. Después ya no la quería pasar», recuerda, entre risas, su madre.
Sus destacadas actuaciones con el Andorinha le valieron para despertar el interés de clubes más importantes de Madeira: Nacional y Maritimo. El padre quería que se fuera al Marítimo y la madre, aconsejada por el padrino, prefería que fuera al Nacional. El presidente de Andorinha convocó a una reunión en la que estuvieran presentes los padres de Cristiano y los representantes del Nacional y Marítimo. El representante de Maritimo faltó a esa reunión y se decidió que Ronaldo fichara por Nacional. El club de Madeira no hizo ningún pago en efectivo por los servicios del niño, pagó veinte balones de fútbol y algunas equipaciones.
La diferencia con el resto de sus compañeros era abismal, así que el momento de probarse en un equipo de mayor trascendencia llegó. Con 12 años viajó, acompañado a su padrino, a Lisboa y se quedó en el Sporting. Pasó la prueba sin inconvenientes y Sporting ‘pagó’ (perdonó una deuda del Nacional) 22,500 euros, convirtiéndolo en el infantil más caro en toda la historia del club.
«No sólo me impresionó su talento. Se veía ya que el chico era muy bueno, que el balón era una extensión de su cuerpo, que jugaba bien con las dos piernas, que era muy rápido y que iba bien de cabeza. Pero sobre todo impresionaba la determinación que tenía, su personalidad y su coraje en el campo. Desde el punto de vista psicológico, parecía indestructible. No tenía miedo de nada ni siquiera de los jugadores mayores que él. Tenía una capacidad de liderazgo que sólo tienen los grandes», recuerda Aurelio Pereira, director de la cantera del Sporting.
La noticia llegó al humilde barrió de Funchal donde creció Cristiano, y todos sabían que el ‘chico del balón’ llegaría lejos…