La máquina del 87 de Newell’s Old Boys se preparaba para encarar una nueva final en un torneo infantil. Los chicos habían llegado al terreno de juego salvo el mejor y más pequeño de todos. Su nombre era Lionel Andrés Messi y aún no estaba en el campo porque se quedó atrapado en el baño de la casa de uno de sus grandes amigos.
El pequeño niño pidió el auxilio de sus amigos y la familia Leguizamón, quienes pensó estarían en casa, pero no tuvo respuesta. Desesperado, porque sabía que si ganaban la final les obsequiarían unas bicicletas, recurrió a su última alternativa: quebrar el vidrio de la puerta para escaparse. Lionel Messi llegó al segundo tiempo, cuando su equipo caía por dos goles. Con él en el campo, Newell’s lo remontó con 3 goles suyos. Las bicicletas fueron a casa.
Su amigo de la infancia, Juan Cruz Leguizamón, relata de la historia: «Era una final, me acuerdo, si salíamos campeones, ganábamos unas bicicletas, y empezamos el partido sin Leo. No llegaba, no llegaba, no llegaba, y terminó el primer tiempo y no llegó. Y no llegó porque se había quedado encerrado en el baño de la casa. Para salir, rompió el vidrio de la puerta del baño y bueno, llegó, y salimos campeones con tres goles de Leo. Pero así como te cuento esto, millones de partidos, muchas historias juntos. Toda una infancia», dijo Juan Cruz Leguizamón.
Sus padres cuentan que pocas veces lo habían visto tan feliz. Una vez que terminó el partido regresó a casa de Juan Cruz, ¿adivinen qué hicieron? Siguieron jugando fútbol en el jardín. «En la cabeza de Lionel Messi no había nada más que fútbol».
Quien diría que el niño que luchó tanto por una bicicleta se convertiría en el mejor futbolista del planeta…