Ronaldo de Asis Moreira tuvo una infancia complicada. El niño nacido en Porto Alegre sufrió la muerte de su padre biológico cuando apenas tenía 8 años. Joao, el primer gran impulsor de Ronaldinho le decía constantemente que se convertiría en el mejor futbolista del mundo. Tras la muerte de su padre, Miguelina, su madre, tuvo que asumir los dos roles.
«Iba a todas partes con él (Ronaldinho), driblaba al perro que teníamos, jugaba en cualquier rincón de la casa, regateando todo lo que se le ponía al frente. Rompía cristales, lámparas y jarrones. No lo castigaba, lo único que le pedía es que me ayudase a recoger lo que había roto», relata la señora.
Años más tarde, la señora Miguelina unió su vida a otro hombre, y éste sería el encargado de seguir educando a Ronaldo. La carrera futbolística del hoy futbolista del Querétaro comenzó en 1999 y R10 nunca se olvidó de su madre. ¿Qué hizo con su primer sueldo? Ayudar a su madre con una mejor casa. En sus aventuras por Europa, su madre siempre estuvo siempre presente con visitas largas.
¿Quién estuvo en el Camp Nou cuando ganó el Balón de Oro? La señora Miguelina. ¿Quién se queda con todas las camisetas de Ronaldinho cuando conquista algún trofeo? La señora Miguelina. ¿Quién apoyó SIEMPRE a Ronaldinho? Sí, la señora Miguelina. Hace un par de años padeció cáncer y el futbolista brasileño la pasó realmente mal. El amor y cariño que Ronaldinho le tiene lo hicieron pensar en el retiro del fútbol para pasar aún más tiempo con ella.
Miguelina no lo permitió alegando que se recuperaría pronto, y lo cumplió… Una vez que se recuperó del cáncer, Ronaldinho decidió homenajear a su madre cada que saliera al campo. El genio de Porto Alegre cambió su característico número ’10’ por el ’49’, año en el que nació su madre.
«Por desgracia no puedo dar un consejo a nadie de cómo se hace un crack, esto no depende de los padres, sino del propio hijo y, para mí, tener a Ronaldo ha sido una bendición de Dios. Tengo el orgullo de poder decir que fui el primer portero al cual Ronaldo le marcó un gol. Cuando él era pequeño me pasé muchas horas haciendo de portera en la puerta del garaje», asegura la orgullosa señora Miguelina.