Creció en una familia de esquiadores. Inició su vida en el deporte desde que tiene memoria. Con los esquíes, según cuentan, era bastante bueno, pero su amor por el pelota lo pudo todo. Pese a que llegó a considerar dedicarse totalmente al esquí, decidió comenzar a jugar fútbol de manera más formal cuando tenía 6 años de edad.
Era distinto. Un deportista nato. Había muchas cosas que educar y aprender, pero tenía cualidades de superdotado. Trabajó muy duró y, con casi 14 años de edad, ingresó a las categorías inferiores del club de sus amores: Bayern Munich. En la institución bávara su evolución fue meteórica. En 2002, con 18 recién cumplidos, debutó profesionalmente.
Desde su primer partido dejó sensaciones muy positivas. Se hablaba de él como uno de los futbolistas de mayor proyección del sistema Bayern Munich y así lo demostró. Tuvo complicaciones en su primeros años por decisiones técnicas, pero una vez que probó las mieles de la máxima categoría no se alejó. Sus oportunidades internacionales no tardarían en llegar y su peso en el equipo cada vez era mayor.
Volante por derecha y, si era necesario, por izquierda. Fue hasta la llegada de Louis van Gaal que comenzó a jugar como mediocampista central. Por su manejo de juego, precisión, timing y visión de campo, el estratega holandés creyó que Bastian sería ideal para comandar al equipo desde el centro del campo y no desde la banda. Schweni no le temió al cambio y dejó claro que la plurifuncionalidad es otra de sus virtudes.
En el primer equipo del Bayern se hizo una institución: 13 años jugados de manera ininterrumpida y 22 títulos conquistados. Además, es de los pocos futbolistas del gigante alemán que han superado los 500 partidos.
Luego de 17 años en el club de sus amores, Schweinsteiger ha decidido asumir un nuevo reto en la Liga más competitiva del mundo. El jugador germano jugará en el Manchester United, donde se reencontrará con su viejo amigo Louis van Gaal. Se marcha del Bayern, pero su legado perdurará por siempre…