Escribimos esto y seguimos sin creer que el DT de la Selección de México haya agredido a un comentarista deportivo luego de haber ganado la Copa Oro. No sabemos que nos sorprende más si la agresión o que este episodio se haya dado después de cosechar un éxito a nivel internacional.
El tema se seguirá esclareciendo con el pasar de las horas, pero, sin importar las circunstancias, lo que hizo Miguel Herrera es INSOSTENIBLE. No hay argumento que valga para justificar una agresión física de esta índole.
La violencia es injustificable en cualquier posición, pero es inadmisible en una persona que tiene un cargo de total exposición y representa a México a nivel internacional. Como DT del combinado azteca, El Piojo está expuesto a toda clase de comentarios y si no tolera algunos, por más ácidos y desatinados que sean, está en el lugar equivocado. Sin equilibrio emocional no puedes desarrollarte en un cargo de tanta responsabilidad. El impacto de Miguel no sólo es deportivo, también es social.
Se habla de que la agresión se se debió a que el comentarista deportivo se refirió de una manera ofensiva a la hija de Miguel. Si mal no recordamos, el cronista hizo comentarios referentes a la educación de la chica. Pero también recordamos comentarios de la señorita contra Christian, es decir, fue en las dos vías. Y esto, por más que se haya salido de control, no justifica la disputa.
Hemos de confesar que no somos grandes admiradores del trabajo de Christian Martinoli. Lo hemos escuchado mucho y, en ocasiones, seguimos los partidos de la selección en la cadena en la que trabaja, pero su estilo no es de nuestro agrado (cuestión de gustos). Siempre aplaudiremos que se diga lo que se piensa, pero con responsabilidad. Hay una gran diferencia entre libertad de expresión y libertinaje.
Así como Herrera rebasó la línea deportiva con sus tuits verdes, hace mucho tiempo que el señor Martinoli superó esta misma línea y se fue a lo personal. En sus transmisiones no es extraño escuchar comentarios extracancha de los jugadores/entrenadores, burlas a los aficionados que son captados durante el encuentro y críticas que vayan más allá de lo que pasa en el terreno de juego.
Hemos leído a muchas personas asegurando que alguien tiene que frenar las burlas del comentarista deportivo, cosa en la que estamos de acuerdo. Pero este freno no va a llegar con un golpe al cuello del seleccionador nacional, sino con dejar de celebrar, partido a partido, los comentarios que hace durante sus apariciones.
La empatía, tristemente, no es un capacidad que predomine en México. No nos ponemos en los zapatos de los demás. Martinoli, con su micrófono, cree que puede decir lo que se le pegue la gana sin considerar que los jugadores son personas y detrás de ellos hay familias. Ojo, no estamos diciendo que no deba críticar y comentar, ese su trabajo, pero debe hacerlo con responsabilidad y consciencia. A veces, las palabras impactan y afectan más que cualquier otra cosa.
Pese a todo lo mencionado, Miguel Herrera se tiene que ir. En los últimos meses, el estratega mexicano se pasó por el arco del triunfo las leyes al hacer proselitismo en plena veda electoral y, con sus actos, ha dejado claro que, ante cualquier crítica o comentario desagradable, se defenderá como sea. El entorno lo superó y el fútbol mexicano necesita líderes positivos, ejemplares y equilibrados, características que Herrera NO TIENE.
Nos da pena, porque los muchachos se veían muy comprometidos con el cuerpo técnico, pero hay cosas que simplemente NO SE PUEDEN PERMITIR. La anarquía no puede imperar en un fútbol que, sostiene, quiere progresar.
Aclarar que no somos partidarios de Miguel Herrera ni de Christian Martinoli, somos partidarios de la SELECCIÓN DE MÉXICO, que está por encima de cualquier directivo, entrenador y, sobre todo, comentarista deportivo.