Si algo ha caracterizado a Cristiano Ronaldo a lo largo de su carrera -y vida- es su inagotable deseo de superación. Siempre quiso más y siempre estuvo dispuesto a hacer más que cualquier para tratar de ser el mejor del mundo. No le bastaba con ser bueno, quería ser el mejor y con esa mentalidad se formó futbolísticamente.
Cuando Cristiano aún jugaba con el Sporting Lisboa, su gran amigo Miguel Paixao recuerda una práctica que llevó a CR7 a mejorar en su dribbling y velocidad: salía a un parque a correr con un balón y unas pesas en sus tobillos.
«El parque Eduardo VII en la noche era el lugar en el que Cristiano corría con el balón y unas pesas. Corría con el balón, dribblaba… En nuestro camino a casa, cuando se ponía la luz roja en el semáforo para el tráfico, se paraba junto a los carros y, cuando se ponía la luz verde, arrancaba a velocidad máxima. Después, me decía: ‘soy más rápido ahora, ¿verdad?'», reveló el amigo cercano del portugués.
Siempre en la búsqueda de más. Siempre deseando superarse. Y siempre tratando de alcanzar la excelencia. Por eso es, sin lugar a dudas, uno de los mejores futbolistas de toda la historia.