Se uniforman, se ponen sus botines y saltan a la cancha. Son jugadores de fútbol. Solo importa lo que hagan con la pelota. El resto, al carajo. Se les exige perfección. Y es que son privilegiados y deben responder a esta condición.
Lo anterior no se puede refutar, pero los matices son importantes en la vida. Las historias detrás de cada personas son importantes a la hora de valorar, emitir juicios y admirar. A los deportistas, normalmente, se les trata como si no fueran como cualquier otra persona. Nada podría estar más lejos de la realidad.
Para llegar al lugar en el que están tuvieron que recorrer caminos similares o más complicados que los nuestros para tener éxito en nuestros respectivos rubros. La función de un jugador -en un partido- termina después del último silbatazo del árbitro central, pero su vida no. Y de esas, a veces, se puede aprender mucho más.
Nos encontramos con una carta del futbolista armenio Henrikh Mkhitaryan en el portal ThePlayersTribune. En ella, el actual miembro del Manchester United relata sus inicios en el fútbol y cómo fue su vida después de la lamentable perdida de su padre. Es una lectura que no tiene desperdicio, Invictos. Disfruten.
LA EMOTIVA CARTA DE HENRIKH MKHITARYAN
Uno de mis primeros recuerdos es rogarle a mi padre, Hamlet, para que me llevara a entrenar con él en su club de Francia. Quizá tenía 5 años de edad. En los 80’s, antes de que yo naciera, mi padre jugó en la vieja Soviet Top League en nuestro país Armenia. Era pequeño, pero era un delantero muy rápido. La revista Soviet Soldier lo reconoció con su premio Knight of Attack en 1984.
En 1989, cuando apenas era un bebé, nos mudamos a Francia por los conflictos que estaba teniendo en Armenia. Mi padre jugó cinco años por el Valence en la Segunda División de Francia. Siempre lloraba cuando se marchaba al entrenamiento. Cada mañana, decía: «papá, llévame contigo. Por favor, llévame contigo!».
A esa edad, realmente no me importaba el fútbol, solamente quería estar con mi padre. Pero él no quería distraerse durante el entrenamiento por preocuparse por mí, así que llegó con un plan inteligente para engañarme.
Una mañana, yo dije: «Papá, llévame a entrenar».
Él me dijo: «No, no hay entrenamiento hoy, Henrikh. Voy a ir al supermercado. Regresaré pronto».
Se escapó al entrenamiento, y yo esperé… y esperé.
Volvió a casa después de unas horas. Sin bolsas del supermercado.
Me lo perdí. Empecé a llorar.
«Me mentiste! Tú no fuiste al supermercado! Fuiste a jugar fútbol».
Mi tiempo con mi padre fue muy significativo, pero también muy corto. Cuando tenía 6 años mis padres me dijeron que íbamos a regresar a casa en Armenia. Realmente no entendía lo que pasaba. Mi padre había dejado de jugar fútbol, y estaba todo el tiempo en casa.
No sabía, pero mi padre tenía un tumor en el cerebro. Todo pasó muy rápido. En menos de un año, se había ido. Porque estaba muy pequeño, no entendía completamente el concepto de la muerte.
Recuerdo ver a mi madre y a mi hermana mayor llorando siempre, y les preguntaba: «¿Dónde está mi padre?» No podían explicarle lo que estaba pasando.
Día a día, comenzaron a decirme lo que había pasado.
Recuerdo que a mi madre decir: «Henrikh, él no volverá a estar con nosotros».
Y yo pensé «¿nunca?» Nunca es mucho tiempo cuando apenas tienes 7 años de edad.
Tenemos muchos vídeos de él jugando en Francia, y los veía muy seguido para recordarlo. Dos o tres veces a la semana veía sus partidos, y me daba mucha felicidad, especialmente cuando la cámara me dejaba verlo celebrando un gol o abrazando a sus compañeros.
En esos vídeos, mi padre vivía.
El año posterior a la muerte de mi padre, comencé a entrenar fútbol. Él era mi impulso, él era mi ídolo. Me decía a mí mismo: «tengo que correr como él. Tengo que tirar como él».
Para cuando tenía 10 años de edad, mi vida entera era el fútbol. Entrenar, leer, ver y hasta jugar fútbol en PlayStation. Estaba totalmente concentrado en el fútbol. Y amaba de manera especial a los jugadores creativos — Los maestros. Siempre quise jugar como Zidane, Kane y Hamlet (buena compañía para mi padre).
Era muy duro, porque mi madre tenía que ser madre y padre para mí. Es muy difícil para una madre hacerlo en esta sociedad. Ella tenía que ayudarme y, a veces, ser dura conmigo, como mi padre habría sido. Tenía días en los que volvía a casa del entrenamiento diciendo: «Ah, esto es muy difícil. Quiero renunciar».
Y mi madre decía: «No renuncies. Tienes que seguir trabajando, y serás mejor mañana».
Después de la muerte de mi padre, mi madre tuvo que trabajar para sostener nuestra familia. Así que empezó a trabajar en la Federación de Fútbol de Armenia.
Esto se volvió un poco divertido cuando comencé a jugar con las selecciones juveniles de Armenia. Si me ponía emocional o me pasaba en el campo, mi madre venía después del partido y me decía: «Henrikh! ¿Qué estás haciendo? Debes comportarte o voy a tener problemas en el trabajo».
Le decía: «Pero mamá, me patearon! Ellos…».
«No, no, no. Debes ser educado!».
A pesar de lo difícil que fue para nosotros la pérdida de mi padre, mi madre y mi hermana siempre me impulsaron. Incluso me dejaron ir a Brasil solo, cuando tenía 13 años de edad, para entrenar con el Sao Paulo por 4 meses. Fue una de las etapas más interesantes de la vida, porque era un niño tímido de Armenia que no hablaba nada de portugués. Pero no me importaba porque, para mí, estaba yendo en el paraíso del fútbol.
Soñaba con ser como Kaká, y Brasil era la casa del estilo creativo, lo que los brasileños llaman ginga. De hecho, estudié portugués por dos meses antes de ir. Pero, cuando llegué a Sao Paulo, me di cuenta rápidamente que una cosa es estudiar y otra es hablar con la gente.
Fui con dos chicos armenios. Cuando llegamos a nuestro cuarto, nos dimos cuenta que teníamos a un jugador brasileño como compañero de habitación. Era delgado como yo, y tenía el cabello negro.
Nos saludó y dijo: «Bom dia! Meu nome é Hernanes».
En ese entonces, el chico era un extraño, pero era Hernanes, el mismo que actualmente juega en la Juventus de Turín.
Vivíamos en el lugar en el que entrenábamos. Comíamos ahí, entrenábamos ahí, nos divertíamos ahí. No teníamos PlayStation, sólo una TV, y estaba en portugués. Por eso, las primeras semanas fueron muy difíciles porque no podía comunicarme con los jugadores brasileños. Me decían algo y me sonreían. Los brasileños son asombrosos en su naturaleza. No los puedes describirlo, debes sentir la calidez, cuando estás alrededor de ellos, para entenderlo.
Afortunadamente, todos hablábamos el lenguaje universal del fútbol. Nos hicimos amigos comunicándonos a través de la creatividad en la cancha. Recuerdo que hice algunos goles en el entrenamiento y pensé: «wow, soy un niño armenio que está marcando goles en Brasil». Me hizo sentir una estrella.
Estaba muy interesado en la cultura. Era muy diferente. Por ejemplo, entrenábamos por 45 minutos, después descansábamos por 15 minutos. Comíamos frutas, bebíamos algo de jugo y luego volvíamos a entrenar por otros 45 minutos. El entrenamiento es como un partido real. En Armenia, a esa edad, entrenamos más en lo físico que en lo técnico. En Brasil, era todo muy técnico — siempre con la pelota.
De hecho, si los niños no tienen una pelota, están jugando con unos calcetines que enrollan de una manera especial para hacer un balón. Todo es sobre la bola.
Era divertido, porque mi madre me llamaba seguido — casi todos los días. Y siempre le decía que, si me quería hablar, me tenía que avisar antes. Verán, el único teléfono que podíamos usar para llamadas internacionales estaba en la oficina del director, así que todos los días, los asistentes venían a la cancha de entrenamiento y me decía: «Hey, tu mamá está en el teléfono».
Después, tenía que correr y decirle que me llamara después.
«¿Cómo está mi bebé? ¿Cómo está la comida? ¿Estás comiendo bien?».
«Mamá, tengo que entrenar! Háblame el domingo!».
Después de unos meses, podía hablar portugués básico bastante bien, y le había enseñado a Hernanes el alfabeto armenio. Sin PlayStation, no había mucho más que hacer!
Fue una etapa muy importante para mí, porque formó mi estilo como jugador. Cuando regresé a Armenia, después de cuatro meses en Brasil, aún era muy delgado y débil, pero tenía técnica y habilidad. Me sentía como el Ronaldinho armenio (hahahahaha. No, estoy bromeando). Fue un reto porque ahora tenia tres idiomas en mi cerebro todo el tiempo: armenio, francés y portugués — y competían entre sí.
Decía la mitad de una oración en armenio y la otra mitad en portugués (ahora me pasa en inglés).
Después, con 20 años, me mudé a Metalurh Donetsk en Ucrania, y añadí un poco de ucraniano y ruso. Era muy gracioso porque, dos años después de mudarme a Shakhtar Donetsk, muchas personas decían que iba a ser muy difícil para mí. Decían que no sería capaz de tener éxito ahí, porque había 12 jugadores brasileños en el club.
No dije nada, solamente me reí en mi interior. En mi mente, pensaba: «soy mitad brasileño». Por supuesto, me fue bien con mis compañeros, y mis tres años en Shakhtar fueron brillantes. Rompí el récord de goles en la Premier League de Ucrania en 2013, y se sintió bien cerrar las bocas de aquellos que decían que no podía conseguirlo tanto ahí como en Armenia.
El destino de la vida puede ser muy interesante. Después de esa temporada (la del récord), me ofrecieron ir al Borussia Dortmund, en Alemania. Coincidentemente, el conflicto de Donetsk estalló después de esto, y el estadio de Shakhtar fue abandonado.
Así que me moví a Alemania, y no sólo era un nuevo idioma, era otra cultura y la atmósfera era diferente a lo que estaba acostumbrado.
Fue un periodo muy difícil para mí. La primera temporada estuvo bien, pero la segunda fue un desastre, no sólo para mí, sino para el club. Estábamos perdiendo mucho, y sentía que no estaba teniendo mucha suerte. No sólo no marcaba, tampoco estaba asistiendo, lo que es raro en mí. Fui fichado por mucho dinero, y me ponía mucha presión.
Tuve muchas noches difíciles en mi apartamento en Dortmund, completamente solo, en las que pensaba y pensaba. No quería salir, ni siquiera para cenar. Pero, como dije, el destino puede ser interesante. Un nuevo entrenador, Thomas Tuchel, llegó a Dortmund antes de la tercera temporada, y cambió todo para mí.
Vino y me dijo: «Escucha, quiero sacar todo de ti».
Yo estaba entre sonriendo y riendo, porque pensé que sólo estaba tratando de hacerme sentir mejor. Dudaba de sus palabras.
Pero me miró seriamente y dijo: «Micki, vas a ser grandioso».
Eso significó todo para mí. Después de la temporada que había tenido, no pensaba que podía ser una estrella. Pero lo hizo. Sacó todo de mí esa temporada, y por eso estaba feliz otra vez. Cuando estás triste, no puedes tener suerte. Es algo que aprendí de la cultura brasileño. Cuando estás feliz, buenas cosas pasan en la cancha. En esa temporada, jugamos con entusiasmo. Jugamos un estilo loco de súper-ataque, y disfrutamos cada minuto en la cancha.
Básicamente jugábamos con dos defensores, tres mediocampistas, cinco delanteros, y tuvimos éxito. Incluso cuando perdíamos, nos divertíamos.
El verano pasado, mi agente me llamó y me dijo que Manchester United estaba interesado en firmarme. Me tomó por sorpresa.
Dije: «¿Es real o sólo es especulación?».
Cuando tus sueños están cerca de hacerse realidad, no parece ser cierto a primera instancia.
Unos días después, el interés de Manchester United se confirmó cuando recibí una llamada de Ed Woodward, su directivo ejecutivo. Me dijo que el club estaba interesado estaba en mi. ¡Se pueden imaginar lo emocionado que estaba por la posibilidad!
Mientras mi agente y el club negociaban la transferencia, tenía tiempo para considerar mis opciones. Sabía que sería un reto dejar una buena situación en Dortmund y tener éxito en Manchester United, pero no quiero sentarme en mi silla cuando sea viejo y tener arrepentimientos. Estaba listo para moverme.
Cuando el trato estaba hecho, me senté para firmar el contrato con Manchester United y, ahí, fue cuando me golpeó… En ese momento me di cuenta que este gran movimiento a la Premier League realmente estaba pasando.
Nunca olvidaré ese momento ni voy a olvidar la primera vez que me puse la camiseta roja del Manchester United antes de mi primer entrenamiento con el club. Me hizo sentir muy feliz y orgulloso sobre lo que había conseguido en mi carrera.
En el inicio de esta temporada en Manchester United, sufrí una lesión y no tuve muchas oportunidades para jugar. Es justo decir que el arranque de mi vida en Manchester no fue perfecto. Pero ha habido muchas ocasiones en las que he tenido contratiempos, y nunca me he rendido. Continuaré trabajando cada día para que me ayude a tener éxito.
Si le preguntas a mi madre o a mi hermana sobre mi, dirán que soy algo difícil. Puedo ser muy serio. Pero si soy honesto, estoy feliz con la manera en la que mi vida ha resultado. Siempre fue mi sueño jugar para los clubes más importantes del mundo.
Cuando caminas en la cancha de Old Trafford, no sólo es una cancha, es un escenario. Si mi padre pudiera verme en el escenario, creo que estaría muy orgulloso. Siempre estaba persiguiéndolo y creo que, aunque él no este aquí, me ayudó a llegar a este lugar.
Si él estuviera vivo, quizá sería abogado o doctor. En cambio, soy futbolista.
Es gracioso, porque después de los partidos no me gusta verme en la TV. Odio verme en los partidos, porque sólo noto mis errores. Soy muy distinto a mi padre, en cuanto al estilo de juego. Él era un delantero rápido con un disparo potente. Yo soy mucho más técnico. Pero mucha gente, en Armenia, me dice que luzco exactamente como él cuando corro.
Me dicen: «Henrikh, te ves igual que tu padre, corres igual que él. Me recuerdas mucho a Hamlet cuando te veo».
No lo sabría porque no soporto verme jugar a mí mismo, pero tiene sentido. Soñé con correr libre en el campo de fútbol viendo sus vídeos jugando después de que se marchó.