El español Juan Mata ha informado que donará el 1% de su salario a Common Goal, un movimiento de streetfootballworld que apoya a organizaciones de fútbol para aportar en el desarrollo social sostenible en todo el mundo.
La razón por la que el actual futbolista del Manchester United ha compartido que hará una donación sobre su salario es porque busca hacer un llamado para que otros jugadores se unan a la causa y puedan ser parte de un espacio en el que se pretende utilizar al fútbol como herramienta de cambio.
Mata lanzó la iniciativa este viernes. Pero, antes de dar a conocer todos los detalles de la misma, escribió una carta para Players Tribune, en la que explicó lo que el fútbol significa para él. La leímos, es una JOYA y nos fue imposible no compartirla con ustedes.
CARTA: LO QUE SIGNIFICA EL FÚTBOL PARA JUAN MATA
Hoy, estoy lanzando algo que creo que ayudará a cambiar el mundo, aunque sea de una manera pequeña. Y espero que otros futbolistas alrededor del mundo me ayuden en este objetivo. Pero antes de que les explique, debo decirles lo que el fútbol significa para mí.
Para hacer eso tenemos que comenzar con algo que nunca olvidaré.
Aún puedo ver el centro viniendo. Puedo ver el balón rebotando en la cabeza de Thomas Muller, pasando por arriba de Petr Cech y luego pegando en el poste y entrenado. Recuerdo el sonido. Ni siquiera podía escuchar mis pensamientos… fue pura electricidad.
Bayern Munich había marcado en Munich, en el minuto 83 de la final de la UEFA Champions League para ir 1-0 ante el Chelsea, mi equipo. No recuerdo si he escuchado un sonido así antes.
Unos segundos después, estaba parado en el circulo central del Allianz Arena, esperando a que los jugadores del Bayern Munich dejaran de celebrar el gol con el que pensaban que acababan de ganar el partido. Didier Drogba, mi compañero en Chelsea, caminó hacia mí para reanudar el juego. Didier nunca bajaba su cabeza — nunca lo había visto desanimado — pero esta vez sí. Y no podía entender por qué. Habíamos pasado muchísimo para llegar a esta final. Nuestro entrenador había sido echado unos meses antes, tuvimos que remontarle al Napoli para echarlo de los Octavos de Final, después sobrevivimos con 10 hombres en el Camp Nou en semifinales. Y ahora… ¿qué? ¿todo se había acabado?
Puse mi mano en el hombro de Didier y le dije: ‘mira alrededor, Didier. Mira dónde estamos. Por favor, no te preocupes. Sigue creyendo… sólo cree’.
Por alguna razón yo seguía pensando: ‘estamos destinados a ganar esta cosa’.
Soy una persona muy callada y creo que, cuando Didier me vio animándolo a seguir, no podía ayudar, pero sonrío.
Me dijo: ‘ok, Juan. Vamos’.
Estábamos rodeados de 50,000 aficionados alemanes, pero en la cancha, Didier y yo sabíamos que sólo necesitábamos una oportunidad. Y 5 minutos después, la tuvimos. Ganamos un córner. Acomodé el balón y Didier vino corriendo al primer poste. Lo recuerdan, ¿verdad?
Creo que todos los aficionados del Chelsea recuerdan el relato de Martin Tyler.
«Drogbaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! Han sacado al conejo del sombrero otra vez! Chelsea simplemente no dejará la UEFA Champions League!».
Después de que marcamos el empate… lo sabía. Incluso si íbamos a penales, aún lo sabía. Y cuando Drogba tomó el último penal, estaba seguro de que iba a marcar. Creo que la expresión de su cara cuando entró el balón lo dice todo. No sabía si quería llorar o reír. Estaba superado, como todos nosotros.
En cuanto la locura bajó, inmediatamente pensé en mi familia. Todos estaban conmigo esa noche: mi papá, mi mamá, mis abuelos y mis amigos. Sabía que los penales debieron haber sido muy estresantes para ellos, especialmente para mi pobre abuela.
Después, alguien me dijo que estaba tan nerviosa que tuvo que esconderse en el baño hasta el final del partido.
Cuando estábamos celebrando, vi a mis compañeros alrededor, y vi la belleza del fútbol. Un portero de la República Checa. Un defensor de Serbia, otro de Brasil. Mediocampistas de Ghana, Nigeria, Portugal, España e Inglaterra. Y, por supuesto, un increíble delantero de Costa de Marfil.
Vinimos de distintas partes del mundo, por diferentes circunstancias, y hablamos idiomas diferentes. Algunos crecieron en tiempos de guerra. Otros crecieron en la pobreza. Pero ahí estábamos, todos juntos en Alemania como campeones de Europa.
La manera en la que vinimos de otras partes del mundo para trabajar por un objetivo común fue más significativo que el trofeo. Para mí, eso es algo que puede cambiar el mundo para mejor.
Soy muy afortunado. Nací en una increíble familia en el norte de España. Mi padre fue futbolista profesional — extremo. Era zurdo, como yo, pero admitiré que era más rápido. Amaba driblar a los rivales. Recuerdo ver videocassettes de sus partidos en nuestra caso en Oviedo. Verlo jugar hacía que el fútbol luciera divertido. Así es cómo quería que el fútbol fuera para mí, también.
Y así es cómo las cosas fueron para mí en casa — y así fue cómo me criaron. Aunque mi padre era futbolista, nunca fui forzado a jugar fútbol. Mis padres, Juan y Marta, querían que yo y mi hermana, Paula, experimentáramos todo lo que la vida tenía que ofrecer.
El primer autógrafo que di no fue porque era bueno para el fútbol. Fue, de hecho, porque era bueno en la trivia — en preguntas académicas generales, pero un poco más difíciles. Cuando tenía 13 años, fui elegido por un equipo para ir a una competencia regional en la que teníamos que responder 200-300 preguntas. Terminamos ganando y, al día siguiente, los más pequeños de la escuela querían nuestros autógrafos.
Unas semanas después, mi equipo de trivia fue un viaje a Austria, Alemania, Liechtenstein y Suiza. Ese viaje fue la primera ve que realmente vi cómo vive la gente de otros países. A una edad tan joven, me dio una perspectiva diferente del mundo. No sabía todo. Pero sabía que quería ver más.
Cuando tenía 15 años, el fútbol me dio esa oportunidad.
Acaba de terminar un partido con el equipo local de mi región, Asturias, y mi padre me iba llevando a casa como usualmente lo hacía. Pero esta vez, fuimos por un camino diferente. Nos detuvimos en un estacionamiento donde sólo había otro carro estacionado. Había un hombre esperándonos… y lo reconocí. Era uno de los scouts principales del Real Madrid. Lo había visto en algunos partidos.
Mi padre habló con él por algunos minutos, y después vino al coche y me dijo que el Real Madrid quería firmarme. Estaba abrumado.. No sabía qué pensar. ¿Madrid? ¿El Real Madrid? ¿Me quiere?
Pasé los siguientes días hablando sobre esto con mi familia. Era difícil para mis padres enviarme a una gran ciudad como Madrid, pero nuestra familia tiene este dicho: ‘a veces el tren no pasa dos veces en la vida’.
Ese día, pasó por mí. Y sabía que podía no volver a pasar.
También hablé con mi abuelo, quien era mi más grande fan. Él era el que me llevaba a las sesiones de entrenamiento y a los partidos cuando mis padres estaban ocupados. Vio todos y cada uno de mis partidos, también. Me dijo que siguiera mi corazón, y que el sueño de ser jugador profesional requería riesgos.
Cuando las personas hablan de fútbol, usualmente es de dinero o trofeos. Pero el fútbol también le ofrece algo más a los jóvenes. Les ofrece experiencias de vida. Y, a veces, la vida real es difícil.
En la academia del Real Madrid aprendí a cómo vivir solo y estar lejos de mis padres por semanas. Cuando estás por tu cuenta, descubres cosas sobre ti. Pensé mucho en todo el trabajo duro y sacrificios que mis padres y abuelos habían hecho para ponerme donde estaba. Y me di cuenta que tenía la responsabilidad con ellos de trabajar duro y sacar el máximo provecho de mi oportunidad. Pero, en un club como el Madrid — donde han jugado futbolistas como Beckham, Figo, Zidane, Roberto Carlos y otros — puede ser difícil de lograr.
Así que en el verano de 2007, firmé por el Valencia. Me gustaría decirles que mi tiempo ahí fue perfecto, pero no lo fue. Creo que cambiamos de entrenador tres veces en mi primera temporada. Tenía 19 años de edad, rodeado por todos estos jugadores en sus 30’s. Mi familia estaba preocupada por mi. Especialmente mi abuelo. Vino a muchos partidos en Valencia. Y cuando no estaba ahí, me veía en TV. Nunca se perdió un partido de mi carrera profesional. Recuerdo haberlo llamado una noche cuando estaba teniendo problemas, y no no olvidaré lo que me dijo.
«Tu fútbol y tu carrera, Juan, me dan vida. Me siento muy orgullo y estoy lleno de esperanza cuando te veo».
Esa llamada tuvo un impacto tremendo en mi —y en la manera en la que pensaba sobre el fútbol. Lo que hacía en mi carrera no era sólo sobre mí. Era sobre nosotros. Estaba jugando porque le traigo alegría a las personas de diferentes maneras, no sólo por marcar goles. Mi abuelo era la encarnación viviente de ese sentimiento y, cuando me di cuenta de eso, me aseguré de que ese pensamiento se mantuviera conmigo por siempre.
Pienso en mis cuatro años en Valencia como mi maestría, porque ahí es donde aprendí el arte del fútbol y gané una valiosa perspectiva de la vida.
Mi tiempo en Inglaterra fue como el mundo real que viene después de la universidad. Estuvo lleno de altas tremendas — dos veces jugador del año en Chelsea y una UEFA Champions League. Pero también algunas bajas. Mi tercer año en Londres fue difícil. Caí en el equipo y comencé a cuestionar mi propia habilidad. Pero nunca sentí ninguna amargura hacia nadie. No me criaron así.
Me importan profundamente las relaciones. En el fútbol, esto puede ser difícil. Cuando dejé Chelsea por el Manchester United, aún me importaba el club. Me quería asegurar de que tuvieran un pago apropiado y de que pudiera mantener mi conexión con la gente en Londres. Y espero haberlo hecho.
Pero soy un red devil ahora. Y no lo hubiera hecho de otra manera. Hay grandes clubes en el mundo, y ahí está el Manchester United. Aprendí rápido lo que eso significa. En mi segunda temporada, marqué un gol de chilena ante Liverpool en Anfield, y hasta hoy — no importa el lugar en el que el equipo esté en el mundo — es la primera cosa que las personas casi siempre piensan sobre mí. Vengo de una ciudad pequeña en España, donde quizá sólo unas miles de personas me vieron marcando goles, pero ahora marco goles que la gente ve viviendo en Oviedo o en Los Ángeles, o en Beijing o en Melbourne. La familia del United es mundial, y casi todos los días me recuerdo el poder que tiene el fútbol para unir personas en el mundo.
Mi amor por los aficionados del United ha crecido cada año que he pasado en Manchester. Estoy contento de haberles dado momentos como ese ante Liverpool. Pero en febrero, necesitaba que la gente de Manchester me ayudara a mí.
Mi abuelo — que aún no se había perdido ninguno de mis partidos como profesional — estaba muy enfermo. Recuerdo haber hablado con él vía FaceTime cuando estábamos en el bus después de vencer a Saint-Étienne en Francia, en la UEFA Europa League. Su voz estaba muy débil… podía decir que estaba sufriendo. Sus palabras salían lentamente, pero me dijo que la asistencia que le di a Henrikh Mkhitaryan había sido grande.
Esa fue, probablemente, la asistencia más especial de mi vida. Porque fue la última que mi abuelo vio. Unos días después, falleció.
¿Conocen la -sensación- de recordar exactamente dónde estaban cuando pasa algo importante en su vida? Yo recuerdo todo de ese partido y el camino en el autobús. Y espero que cuando vuelva a hablar con mi abuelo podamos hablar sobre eso.
Volé a España para ir a su funeral un tiempo después. Cuando volví a Manchester y encendí mi télfono, vi todos los mensajes de apoyo de los aficionados del United en redes sociales — significaron el mundo para mí. Ojalá hubiera podido abrazar a todos los que se acercaron y me apoyaron.
Ganamos el siguiente partido que jugamos, un duelo de Copa de Liga ante Southampton. Pero después, me sentí un poco… vacío. No tenía un abuelo con quien compartir la victoria. Una de las cosas en el fútbol, y la vida, de las que estoy más orgulloso es de ser capaz de compartir mis grandes momentos con mi familia. Pero en ese momento, cuando desesperadamente quería hablar con mi abuelo, no pude. Así que empecé a reflexionar.
Pensé sobre todo lo que el fútbol me ha dado. Y pensé sobre cuál quiero que sea mi legado. Sé lo afortunado que había sido por las oportunidades que he tenido — y que no todos tienen una familia como la mía. Y aunque había estado vinculado con causas de caridad antes, sabía que quería hacer algo más. Quiero asegurar de que otros chicos tengan las oportunidades que yo tuve.
Así que iniciando desde hoy, estoy comprometiendo el 1% de mi sueldo a Common Goal — un fondo colectivo dirigido por la galardonada NGO streetfootballworld — que apoya a las organizaciones benéficas de todo el mundo. Es un pequeño gesto que, si se comparte, puede cambiar el mundo.
Estoy pidiendo a mis compañeros profesionales que se unan a mí para formar un Common Goal XI. Juntos podemos crear un movimiento basado en valores compartidos que pueden convertirse en parte integral de toda la industria del fútbol — para siempre.
Estoy dirigiendo este esfuerzo, pero no quiero estar solo.
Una de las primeras cosas que aprendí en el fútbol es que se necesita un equipo para lograr tus sueños. Vivimos por este mantra en la cancha, pero no vemos lo suficiente en el espacio social. Common Goal está creando una manera colaborativa para que el fútbol le devuelva algo a la sociedad. Es la forma más eficaz y sostenible de que el fútbol pueda tener un impacto social a largo plazo, en una escala global. El fútbol tiene el poder de hacer esto, pero necesitamos actuar juntos.
La concentración ahora está en la contribución de los jugadores, pero el objetivo a largo plazo es que el 1% de toda los ingresos de la industria del fútbol vayan a organizaciones benéficas que fortalecen sus comunidades a través del fútbol.
El mes pasado, viajé a Mumbai, India. Fuimos a un barrio pobre justo afuera de la ciudad principal, y al principio fue muy difícil comprender ese nivel de pobreza. Ningún niño debe vivir así. Viendo esas condiciones, mi espíritu se apagó un poco.
Pero luego comenzamos a interactuar con los niños locales. Su inglés no era muy bueno, y no estoy seguro de que supieran que yo era jugador de fútbol, pero nos comunicamos a través de la sonrisas y el juego. Si yo sonreía, ellos sonreían. Si yo corría, ellos corrían.
Sabían que estábamos ahí para ayudar, y había energía tangible en el aire. Y creo, que de la misma manera en la que yo le daba vida a mi abuelo, estos niños me estaban dando vida a mí.
Así que ahora me gustaría invitar a mis compañeros futbolistas a ayudar. Tenemos tantas oportunidades simplemente porque jugamos un juego de niños. Somos tan afortunados de vivir un sueño. Vamos a reunirnos y ayudar a los niños de todas partes a experimentar esa misma luz y alegría. Al hacerlo, podemos mostrarle a la industria del fútbol que Comman Goal necesita ocurrir y que ocurrirá, porque es lo correcto.