Era la jornada 3 de la temporada 1992/93 en la Serie A de Italia, cuando el modesto Ancona estaba por encontrarse a la Fiorentina. La Viola tenía en sus filas a Gabriel Batistuta, uno de los atacantes del momento, así que la preocupación del entrenador Vincenzo Guerini era más que considerable.
En su equipo tenía a Oscar Ruggeri, defensor argentino campeón del mundo que conocía muy bien a Batigol por ser compañeros en la albiceleste. Y él, al ver que su DT no paraba de dar vueltas, se ofreció a hacerle una marca personal al cañonero del equipo de la ciudad de Florencia.
«El entrenador estaba preocupado porque dice: ‘¿cómo marcamos a Batistuta?’. Yo le dije: ‘¿usted quiere que lo marque? Yo lo marco, pero arréglese con los demás’. Me dijo: ‘¿te animás?’. ‘Sí, ¿cómo no lo voy a marcar?’. ¿Sabes cuánto perdimos? ¡7-0! (fue 7-1, en realidad). ¿Cuántos goles hizo Batistuta? Cero. ¿Qué dijo el entrenador en la conferencia? Me echó la culpa a mí, que me dediqué a marcar a Batistuta y dejé a los demás… Batistuta, en el control, nos tocó el doping a los dos y me dice: ‘me tendrías que haber dejado hacer dos goles, pierdo ser el goleador’. Lo marqué, le hice stopper. No le dejé tocar el pelota. Al técnico le dije de todo, en español y en italiano, mezclado. Me fui. Me fui para el América de México. No jugué más», recordó, entre risas, El Cabezón.
Y este fue el partido del que habló, JA.
El fútbol de antes…