Fue un grande. En poco tiempo, Adriano Leite Ribeiro se grabó en la memoria de millones de hinchas. Pero todos lo que lo vimos jugar en su prime time nos quedamos con la sensación de que pudo haber construido una carrera mucho más importante. Claro, es un juicio hecho a la ligera. A la distancia.
Contrario a lo que muchos piensan, la caída del Emperador no estuvo relacionada con una pérdida de interés espontánea. Su situación dio un giro de 180 grados después del lamentable fallecimiento de su padre. En una carta que escribió para The Players Tribune, el campeón de América relató cómo cambió todo para él en el año 2004.
En un lapso de 9 días pasó del episodio más feliz de su vida, al momento más duro con el que ha tenido que lidiar. La muerte de su papá apagó su gusto por el juego. Tuvo algunos éxitos más en su trayectoria, pero nada volvió a ser lo mismo. Se deprimió. Y siendo todavía joven, decidió volver a Brasil. Pensó más en su bienestar, en su familia, que en la fama y los millones de euros.
Dejó de ser El Emperador, para recuperar su esencia.
EL MOMENTO QUE CAMBIÓ LA VIDA -Y CARRERA- DE ADRIANO
“‘Pero Adriano, ¿por qué te alejaste del fútbol? ¿Por qué nos dejaste?’, me hacen esta pregunta cada que vuelvo a Italia. A veces siento que soy uno de los futbolistas más incomprendidos del planeta. La gente realmente no entiende qué me pasó. Tienen la historia completamente equivocada. Es muy simple, honestamente. En un lapso de nueve días, fui del día más feliz de mi vida, al peor día de mi vida. Fui del cielo al infierno. Realmente”.
“Julio 25, 2004. La final de la Copa América contra Argentina. Cada brasileño recuerda este partido. Estamos perdiendo contra estos bastardos en los minutos finales. Se estaban empezando a cagar en nosotros, se burlaban de nosotros, intentaban hacernos perder la cabeza para perder más tiempo. ¡Luis Fabiano quería pegarle a todo el mundo! ¡Jajajaja! ‘¡Olvidémonos del partido! ¡Matemos a estos bastardos!’. El resto fue un poema. Una película. Una canción. No sé que es, pero no es la realidad. El balón cayó en el área. Confusión. Cuerpos. Codos. ¡No podía ver una mierda! Si ven el vídeo, puse mi codo para pegarle a alguien. Pero luego, de repente, el balón estaba en mi pie. Un regalo del cielo. Pensé: ‘Oh, ven acá, hermoso hijo de perra!’. Mentiría si digo que sabía que iba a marcar. Solo le pegué con la zurda tan fuerte como pude. ¡THUM! Un beso del gordo para los argentinos. Le pegué al fondo de la red, y no puedo describir el sentimiento. Increíble. Solo habíamos empatado el partido, pero sabíamos que los habíamos quebrado. Sabíamos qué pasaría en los penales, y lo hicimos. Éramos los campeones, y Argentino no».
«Vencer a Argentina de esa manera, para mi país, con mi familia viendo… fue probablemente el día más feliz de mi vida. Piénsenlo. El niño de las malditas favelas, hombre. ¿Cómo no podría pensar que Dios bajo su mano desde el cielo para tocar mi vida? Y es una lección para todos. Porque no importa quién seas, puedes estar en la cima del mundo, puedes ser El Emperador, pero tu vida puede cambiar así *snap* de rápido”.
“Agosto 04, 2004. Nueve días después. Estaba de regreso en Europa con el Inter. Recibí una llamada desde casa. Me dijeron que mi padre había muerto. Ataque al corazón. Realmente no quería hablar sobre esto, pero diré que, después de ese día, mi amor por el fútbol nunca fue él mismo. Él amaba el juego, así que yo amaba el juego. Era así de simple. Era mi destino. Cuando jugaba fútbol, jugaba para mi familia. Cuando marcaba, marcaba para mi familia. Así que cuando mi padre murió, el fútbol nunca fue lo mismo para mí. Estaba del otro lado del océano en Italia, lejos de mi familia, y no podía soportarlo. Me deprimí mucho. Empecé a beber mucho. Realmente no quería entrenar. No tenía nada que ver con el Inter. Solo quería irme a casa. Para ser honesto, a pesar de que marqué muchos goles en la Serie A durante esos pocos años, y aunque los aficionados realmente me amaban, mi alegría se había ido. Era mi padre. No podía solamente apretar el interruptor y volver a sentirme como yo mismo de nuevo”.
“No todas las lesiones son físicas. ¿Cuándo me rompí el tendón de Aquiles en 2011? Sabía que fue cuando había terminado para mí, físicamente. Puedes operarte y rehabilitarlo e intentar continuar, pero nunca serás lo mismo. Mi explosividad se había ido. Mi balance se había ido. Mierda, todavía camino cojeando. Todavía tengo un agujero en mi tobillo. Fue lo mismo cuando mi padre murió. Excepto que la cicatriz estaba dentro de mí. ‘¿Qué le pasó a Adriano?’. Hermano, es simple. Tengo un agujero en mi tobillo, y otro en mi alma».
«La prensa a veces no entiende que somos seres humanos. Fue mucha presión ser El Emperador. Vengo de la nada. Yo era un niño que solo quería ir a jugar al fútbol y luego beber y pasar el rato con sus amigos. Y sé que eso no es algo que escuches de muchos futbolistas en estos días, porque todo es muy serio y hay mucho dinero de por medio. Pero solo estoy siendo honesto. Nunca dejé de ser ese chico de la favela».
«La prensa decía que yo había ‘desaparecido’. Decían que había vuelto a las favelas y que estaba drogado y todo tipo de historias locas. Publicaban fotos mías y decían que estaba rodeado de todos estos gánsteres y que mi historia era una tragedia. Pero tengo que reírme, porque no saben lo que hacen cuando hablan así».
«‘Adriano renunció a millones para irse a casa’. Sí, tal vez renuncié a millones. Pero, ¿qué precio le pondrías a tu alma? ¿Cuánto dinero pagarías por recuperar tu esencia?».
Dato Invicto. Adriano marcó 74 goles en 177 partidos disputados con el Inter. En esa etapa, que fue la mejor de su carrera a nivel clubes, conquistó 9 títulos colectivos, destacando 4 Scudettos.
¿Sabías que…? Adriano marcó 27 goles en 48 partidos disputados con la Selección absoluta de Brasil. No duró mucho tiempo en la élite, pero es imposible olvidar lo que hizo en la Copa América 2004 y en la Copa Confederaciones 2005.